Tag Paula Feged

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EL CÓNDOR, EL PUMA Y LA SERPIENTE

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Machu Picchu, Peru, Junio 2019

Si. Esta es la foto de nuestra llegada a la mítica Machu Pichu, tan grande, famosa, sagrada, mágica e imponente como su imperio. Esta es la imagen de la felicidad de haber llegado después de dos años de ruta a este importante lugar que no pudimos visitar de bajada hacia el sur por problemas mecanomicos. Esta es la cara que quiero compartir ahora mismo con todos los que siguen y apoyan esta aventura llamada Familoamerica, en nuestra ultima gran conquista antes de nuestro eminente regreso a Bogota en agosto.

Y también quiero compartir que esa sensación reflejada en esta foto, es solo una parte del viaje, de la familia, de la vida. Aunque todos lo sabemos o inmediatamente después de ver la “foto linda” lo imaginemos, esa otra parte también hace parte fundamental de nosotros, del viaje, de la vida. En las redes comparto lo mejor de mi para alimentar de buena onda al Mundo, al real y al virtual, y para convencerme a mi mismo de esa parte ”bacana” que me gustaría ser y reflejar. Pero no puedo ni pretendo ignorar ni negar la otra parte de lo que soy, de lo que somos como familia y del sufrimiento que vivimos por el simple hecho de ser humanos… y del cual no tomamos ni publicamos fotos.

Antes de esta foto, estábamos peleando con Paz porque ella no quería seguir caminando, se quejaba a cada paso con mala actitud y estaba haciendo de nuestra esperada visita a Machu Pichu, después de tanto tiempo, un pequeño infierno. Teo jugaba indiferente con todo, trepaba los muros de la ciudadela sagrada y se lanzaba sentado de bajada como rodadero, ante la mirada crítica de muchos. Mi mamá disfrutaba de este viaje como un sueño compartido en Famila, con algo de molestia por una discusión conmigo sobre la importancia de escuchar y respetar la palabra cuando me dirigía a los niños. Paula y yo disfrutábamos del tour y las montañas, como dos más de los cinco mil turistas diarios que quieren conocer, comprender, tomarse la foto o jactarse de haber llegado a Machu Picchu, lidiando con las ligeras diferencias que se pueden hacer pesadas, luego de dos años de viaje en familia: el uso del bloqueador solar, quién tiene las entradas, quién lleva al baño a Teo, el uso del celular, “me pasas…” o “sabes dónde está…?”, entre miradas o palabras que están lejos de ser románticas o, por lo menos, amorosas.

Reconozco que la visita a Machu Picchu y esta foto tiene algo de cliché y es una simple excusa para compartir otra cosa más importante y simple de nuestro viaje en familia. Machu Picchu es un lugar maravilloso, único y sagrado que respeto y honro por su legado, su historia, su energía y su belleza natural. No somos apasionados de la antropología, ni sabemos mucho de la cultura Inca, y apenas estamos conociendo un poco de nuestras raíces y ancestros suramericanos. Ahora entiendo mejor el desinterés de Paz (que cambió de actitud luego de una necesaria y sincera charla Padre-hija) y la indiferencia de Teo por Machu Picchu desde una mirada de niños, comprendo un poco más a las mujeres que más amo en la vida cuando me discuten y veo con claridad mi deseo de ser o mostrar un “tipo bacán” o “una linda familia”… para publicar la foto en Facebook. Si, llegamos a Machu Pichu, y tenemos fotos, pero eso no dice mucho de lo que soy y de lo que estamos viviendo en Familoamerica.

Lo que si dice mucho, quiero compartir y de lo que no tengo fotos, es de mi aprecio, agradecimiento y felicidad de ver a toda la familia caminando los 12 kilómetros desde la Hidroeléctrica hasta Aguas Calientes como unos guerreros que aprecian la simplicidad y la naturaleza: de tener a una madre y abuela que viaja, camina, duerme en Dharma, se acomoda a todo y viene a visitarnos con toda la alegría y cariño del mundo a sus 64 años (aunque sus palabras a veces no me lo demuestren… o mis oídos torpes no lo quieran percibir); de compartir con Paula este inolvidable viaje de mas de 30.000 kilómetros que pronto culminará, saliendo del lugar seguro y tomando el riesgo de conocernos más para amarnos (comprendernos) mejor… y con el reto de seguir riéndonos; de mostrarles de primera mano a mis hijos esta única Suramérica con sus particularidades, al mismo tiempo que van descubriendo sin frustración la humanidad de sus padres que también ríen, lloran, se equivocan, sufren y aman; de haber conocido tantas personas (“los profesores de la Escuela Familoamerica” les llamo) que ahora son amigos y que han hecho de este viaje algo más ligero y un aprendizaje eterno; de valorar mejor a mis ancestros, a mi familia y a mis amigos en dondequiera que estén; de simplemente estar acá y ahora disfrutando del momento presente.

Para los Incas el cóndor, el puma y la serpiente representan el mundo de los dioses (celestial), los seres vivientes (el terrenal) y el inframundo. Al entrar al pueblo de Machu Picchu hay una bella escultura que lo representa y que vimos cuando llegamos extenuados a Aguas Calientes luego de 4 horas de caminata. Este maravilloso viaje que llamamos Familoamerica está compuesto de todo, el barro y el loto, “lo bueno” y “lo malo”, los robos y pérdidas y las metas alcanzadas, las amargas discusiones y los besos apasionados, las varadas y las cimas conquistadas, las críticas y los elogios, las lágrimas y las risotadas, el puma, el cóndor y la serpiente que todos llevamos dentro.

No quería publicar estas lindas fotos sin su negativo – el escrito -, para compartir un poco más de Familoamerica y de mi mismo más allá de la imagen, para mostrar algo de los cóndores, pumas y serpientes que somos y, así, podernos mostrar y querernos mejor. Esto también somos, esto también es Familoamerica, esto también es Camilo.

Gracias por seguirnos, apoyarnos y comprendernos (amarnos) siempre… o no.

P.D: Aprendimos de nuestros amigos Uruguayos que podemos llevar agua caliente a todas partes, en nuestro termo, y en la cima de Machu Picchu disfrutar la dicha de un Café Amor Perfecto (que siempre nos acompaña), y así unir en nuestra mente lo mejor del mundo con lo mejor de nuestra querida patria.

 

 

 

 

 

 

 

DIARIO DE EVA

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En los últimos años de colegio encontré en la biblioteca de mi casa un brillante relato de Mark Twain que cuenta la aparición de Eva en la vida de Adán. Fue durante varios años mi libro de cabecera y, recientemente, en un ir y venir de reflexiones sobre la vida y el amor, me ha inspirado para hacer este relato de viaje una construcción de historias paralelas, desde puntos de vista distintos: un diario de 4.

Por suerte… siempre somos y seguiremos siendo distintos, y cómo a Adan y a Eva, el Creador nos embarcó en esta aventura por el Jardín del Edén en la cual vamos con Caín y Abel en una Westfalia del 81 buscando un poco de sentido (o locura?) por las tierras de America Latina.

El día en que Camilo y yo decidimos compartir la vida juntos, estábamos en un chalet bajo una noche estrellada en un lugar remoto en las montañas Suizas. Yo acababa de regresar de mi primera inmersión en un monasterio Zen y estaba perdidamente enamorada, pero sentía un llamado interno de soltar por un tiempo la vida moderna, cotidiana, y vivir una experiencia como nómada, más cercano a lo que podría llegar a ser un asceta. En ese entonces era profesora de Yoga y tenía un proyecto de montar un restaurante vegetariano en Bogotá. Me seducía (y me seduce aún) la idea de una vida sencilla, con poco equipaje y pocas pertenencias.

Así que con un poco de temor y sinceridad le dije esa noche a Camilo que algún día me iba a aburrir de nuestra vida e iba a querer dejarlo todo y cambiar radicalmente. Su respuesta fue hermosa y reveladora: “prométeme que nunca vas a aburrirte de mi y de nosotros, y yo te prometo a ti que lo dejaremos todo cuando y cuantas veces sea necesario”. Esa fue nuestra declaración de amor. Esos fueron nuestros votos.

Este viaje, romántico y especial, responde principalmente a una crisis profunda que hemos vivido en los últimos años. Con nosotros mismos, como pareja y con la vida que llevamos. Tenemos todo lo necesario para ser felices, y lo sabemos (nuestro maestro nos lo recuerda todo el tiempo)… pero la verdad es que por algún motivo la rutina y la mecánica nos está matando. Nos está acabando. Y mal que bien, con los años y un poco de meditación he aprendido a conocer y reconocer ese sentimiento que busca adrenalina… la ansiedad de sentirme viva.

Quiero descubrir quién soy cuando no hago lo que hago, cuando no tengo lo que tengo. Estar todo el día con mis hijos. Quiero levantarme sin tener un plan del día, un plan de vida. Sorprenderme con lo que se atraviese en el camino. Soltar. Respirar. Caminar sin prisa. Andar sin tener que llegar a algún lugar. Dormir en cualquier parte. Descubrir qué puedo hacer y qué puedo ofrecer. Ser más creativa. Leer más, escribir, tocar guitarra. Perderme. Encontrarme. Llorar a cántaros y reírme a carcajadas. Salir, soltar, saltar al vacío y vivir un pedacito de mundo diferente.

Time has come. Welcome to our journey. It wont be easy… it will be real.

* Ilustración extraída del libro Diarios de Adán y Eva. Editorial Impedimenta. Ilustradora Sara Morante.