Month November 2017

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ARQUETIPOS: fuente, principio, origen.

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Arquetipos, así se llamaba una clase en la Universidad de Los Andes a la que tuve la fortuna de asistir durante mi corto tránsito por la arquitectura. El profesor era un tipo interesante, se llamaba Fabio. No recuerdo bien qué enseñaba, pero recuerdo que me motivaba a levantarme en la mañana, llegar a tiempo a clase y reflexionar temas abstractos de la vida.

Para el trabajo final, Fabio tenía varias alternativas que anotó con tiza en el tablero, una de las cuales consistía en escribir un ensayo comparado de dos libros: Robison Crusoe y una versión contemporánea de Michel Tournier. Yo escogí hacer el ensayo y naturalmente me colgué en el tiempo, así que faltando unos días fui a hablar con el profesor para decirle que cambiaría de proyecto. Me acuerdo el lugar exacto de esa conversación, frente a la cafeteria de “las monas”. Fabio me dejó hablar las excusas que había practicado y después me miró a los ojos y me dijo -Dígame la verdad, no ha empezado a leer y no le da el tiempo para cumplir la fecha. No se preocupe, yo le doy más tiempo pero no la dejo cambiar de proyecto-.

Para ese entonces, en los años 20 de mi vida, yo estaba en un periodo personal oscuro y triste. Había sufrido la perdida de mi padre y la pena de un desamor, mezclado con psicoactivos y un grupo de amigos que tiempo después nos auto-denominaríamos “el parche calavera” (no se sabe cual estaba más perdido pero todos nos queríamos y nos acompañábamos). Fue entonces cuando, inspirada por Tournier, me surgió la idea que en algún momento de la vida me gustaría ir pasar un tiempo en el polo Ártico o Antártico. Vivir una experiencia extrema estilo Robison Crusoe para enfrentarme a la crudeza y la belleza de vivir en un lugar remoto donde la supervivencia evidenciara lo esencial, lo verdaderamente primordial. Le dije a mis amigos que algún día se iban a acordar de mí cuando llegara al hielo.

Luego crecí, maduré un poco y olvidé parcialmente el episodio (risas). Ahora, vida curiosa, que vamos rumbo al sur precisamente en busca de glaciares y pingüinos, se me viene todo esto a la memoria: las clases con guayabo, el libro, mi retórico discurso sobre el Polo.

Pues bien, varados en Perú y aturdidos por una nueva reparación del carro en la gran ciudad, decidimos evacuar a las montañas y llegamos a un lugar de misticismo. El espacio lo llevan dos seres que me evocan a los barqueros de Siddhartha: Eu el fabricante de tambores y Fernando el hombre sin propósito. Ellos y sus familias habitan la tierra del no-tiempo y viven una fantasía que pudimos saborear y disfrutar. Compartieron con nosotros su experiencia personal de soltar, entregarse y confiar-se al universo, venga lo que venga. Estas son algunas palabras que me quedan de toda la experiencia:

  • El afán mata la magia de la vida.
  • “La mente miente”.
  • El tiempo no existe, solo el eterno presente.
  • El que conoce con la razón, cree. El que conoce con el alma, sabe.
  • El plan Divino (el plan del universo), se manifiesta al momento de abandonar todo proyecto personal. Los proyectos son proyecciones del ego que nos impiden vibrar y darnos cuenta que todo en la vida es una maravilla, una bendición.
  • Debemos aprender a ser espectadores: no querer controlar, no querer protagonizar.
  • Los niños deben descubrir y explorar por ellos mismos, sin calificar, sin competir. Sin llenarlos de actividades para que estén satisfechos y entretenidos en todo momento.
  • Infinitas posibilidades.

No me alcanzan las palabras para describir lo bien que nos sentó estar allí. Descubrí que este viaje al interior recién comienza y que esto, que llamo FamiloAmerica, es lo más cerca que llegaré de aquella idea romántica de adolescente cuando alguna vez me imaginé vivir la aventura “Robison Crusoe” (la búsqueda de lo esencial)… y al mismo tiempo, de como nunca imaginé que lo haría en familia.