Nuestro Blog

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Cualquier parecido con la realidad -no- es pura coincidencia.

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Bahia Solano, 4 de Mayo. En una cabaña frente al mar.

-¿Y si vamos para el Pacifico?- le pregunto al ver una desviación para Quibdó en la carretera, sintiendo un poco de duda en mis propias palabras. Cami guarda silencio un instante y me responde: -quizás el Chocó no es para este paseo Pau-. Yo asiento y, con un poco de resignación, abandono la idea mientras pienso… “Cami ha viajado por toda Colombia trabajando para Naciones Unidas y conoce bien el territorio… quizás no es el momento”.

Nuestra meta era Ciudad Perdida. Queríamos viajar por una Colombia que no conocíamos hasta el momento, y este antiguo y sagrado poblado indígena estaba en el tope de nuestra lista. En las últimas semanas habíamos estado visitando lugares maravillosos en la zona cafetera y Antioquia mientras entendíamos mejor la dinámica de vivir en nuestro carro-casa. Fue hermoso, pero a mi me faltaba lejanía, mística, complejidad… una meta más difícil de alcanzar.

Hasta ese momento, habíamos tenido ya dos desviaciones importantes de nuestro plan (ambas maravillosas) y empezábamos a calcular que no llegaríamos a la costa Atlántica a tiempo. Empezaba también a sentirnos completamente impredecibles -incluso a nosotros mismos-  y eso, aunque moleste a algunos, a mi me llena de vida y frescura. Pasaron uno o dos días más, hablando de los planes y de la ruta y yo, con un poco de terquedad, me aventuré a preguntar una segunda vez: ¿Y si vamos para el Pacifico?

Cuando murió mi papá sabía que extrañaría su presencia cada día, cada momento… y en consecuencia atravesé un dolor profundo que tomó bastante tiempo en desvanecer. Sin embargo, fue con el pasar del tiempo cuando empecé a entender exactamente qué era eso que perdía, ese hueco que quedaba en mi vida. Hoy puedo dar nombre a cada aspecto.

Yo crecí entre lagunas, casi siempre fuera de la ciudad los fines de semana. Mi padre era pescador (no de profesión, pero si de corazón) y amante del páramo, así que nos llevó a viajar por gran parte del paisaje colombiano. Tenía sus rituales: le gustaba madrugar para evitar trancones y poder aprovechar las mejores horas de pesca. La noche anterior preparaba todo y dejaba el carro empacado y listo para salir, con su caja de anzuelos, sus cañas, su flotador, el motor, sanduches y bebidas para la jornada. Cada uno de nosotros, sus hijos, tuvimos momentos de gloria junto a él en medio del silencio que genera ese espejo de agua alrededor. Él decía que eso era su meditación, su momento de paz.

Cuando murió mi viejo, se me perdió esa conexión de viajar por el territorio Colombiano, ese amor por recoger campesinos en el camino, por aventurarse en carreteras despavimentadas, por perdernos y regresarnos, por encunarnos, por vararnos… ese gusto de viajar por tierra y recorrer el país.

Este viaje me ha traído de regreso instantes vívidos de mi niñez y en varias etapas del camino me encuentro cara a cara con mi viejo. Él era un tipo meticuloso y aventurero… yo, sin duda, heredé lo aventurero.

La pregunta quedó abierta esa noche y sin un destino definido. Yo me dormí mientras Camilo miraba en internet y hacía unas llamadas por teléfono. A la mañana siguiente, me levantó con un beso y me dijo: “Buenos días mi Pau… levántate que nos vamos para Quibdó”.

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9 comments

Luis - May 23, 2017 Reply

Que lindas fotos y relato. Los quiero mucho.

Juliana Barreto - May 23, 2017 Reply

Los admiro! Que viaje tan Divino! Besos.

GERMAN - May 23, 2017 Reply

Qué texto hermoso!!! Me guardo esto en el corazón “Empezaba también a sentirnos completamente impredecibles -incluso a nosotros mismos- y eso, aunque moleste a algunos, a mi me llena de vida y frescura”.

Jime Casas-Romero - May 23, 2017 Reply

Hermoso relato mi Pau! Un abrazo para todos!

Adriana - May 23, 2017 Reply

Paulis, que lindo relato!! El domingo estuvimos en el Neusa y le conté a Carlos A y a Antonia sobre tu abuelo con anécdotas y rituales similares! Esos días de pesca que que paea mi fueron pocos, pero suficientes para dejar una hermosa huella!

Olga - May 24, 2017 Reply

Paula, bella la narración, esas son las vivencias de niños que nos definen…

Eliana - May 24, 2017 Reply

Paulis, lindísimo escrito!!! Se me salieron las lágrimas de lo lindo, y de los bellos e imborrables recuerdos. Paz me hizo reir cuando al ver las fotos tuyas creía que era ella y no su mama.

Mariave - May 25, 2017 Reply

Familia querida, que maravilla esta aventura. Increibles las fotos, pareces Paz y Paz parece Paula. Bello relato, que siga la aventura incierta e impredecible, así es la vida!

Patricia - June 1, 2017 Reply

Paula: Yo, que no soy llorona, me encuentro a quemarropa con estas fotos del Turco y me da un ataque de llanto incontrolable de 15 segundos por los que ya no están, por los que se fueron antes de tiempo. Claro que, pensándolo bien, su viejo es “su viejo” pero en realidad nunca fue viejo. Mírelo no más, en toda su ostentosa e imponente juventud.

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